martes, mayo 29

quizá aún no lo sepas, pero quisiera mirarme como él me mira













·Quizá aún no lo sepas, pero me tapo la boca al reír, cuento hasta tres antes de hablar y salgo mal en las fotos. Tengo el busto pequeño, la tez blanca y las ideas poco claras. No fui popular en el instituto, soy torpe y no me gusta mi espalda ni que las mallas marquen demasiado mi trasero. Prefiero esconderme a ser vista, me tiemblan las manos si te admiro y tendré miedo de decir algo que no te guste. Me preocupo bastante por mi peso, tengo los ojos más comunes del mundo y mis dientes son feos. Creeré que no te intereso incluso cuando me grites a viva voz lo contrario, leeré esta entrada diez veces antes de publicarla y me considero bastante fácil de olvidar, poco importante. 


·Quizá aún no lo sepas, pero él adora verme reír y quiere regalarme una sesión de fotos. Desea besar cada centímetro de mi cuerpo y considera dulce mi torpeza. Escucha atento todo lo que digo y, a veces, me mira a los ojos durante minutos y los dibuja en su mente una y otra vez, maravillado. Leerá esta entrada diez veces porque le encanta leerme y según él, nunca olvida las cosas importantes. Y yo soy su cosa importante. 

martes, mayo 22

Superhero

























Siempre me atrajeron las causas perdidas, las personas tristes, las que se encierran en su mundo y en sus propias ideas pesimistas. Siempre anhelé tener la llave que abría esas puertas mohosas por el tiempo, y aquella noche llevaba el pelo suelto.
No me preguntes por qué, pero tus abrazos se me antojaron hambrientos, como el perro abandonado que espera en el andén a que pase su dueño. Tus ojos verdes parecían haberse perdido en el espacio y tu boca llamaba a gritos unos labios de mujer. Y yo me los pinté de rojo. Me creí heroína entre tus manos, creí haberte salvado del dragón de la nostalgia y me enredé en tu pelo, te tapé al dormir y te quité la ropa cuando el calor se adueñaba de nuestros cuerpos. Planeé salvarte en sueños, segura y valiente, y, al final, me descubrí dependiente de tus buenas noches y de tus planes conmigo. Dependiente de tus caricias a media luz, de tus siestas en mi sofá y de tu lengua en mi ombligo. Me convertí en damisela apurada, pequeña y débil ante tu grandeza, palpitando a tu ritmo e insignificante sin ti. Víctima del amor, ese que mueve las fichas a su antojo y que invierte papeles en milésimas de segundo. Maldito.